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Mujer y Religión |
" M U J E R Y R E L I G I Ó N "
Una aproximación a la mujer en el Islam
y el Hinduismo
Galería Fotográfica del Evento
Escrito por: Elvira Moreno Rengifo.
El evento “Mujer y Religión” realizado en el espacio de “martes y jueves de ciencias sociales” realizados por la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá, lo introdujo el profesor del Departamento de Historia Rafael Díaz, el día 17 de marzo de 2016, contextualizándolo en el evento que se realizará en Agosto a propósito de las esclavitudes modernas y que estará enmarcado en el quinto Taller y Oficio de la Historia a cargo de CEAAMI.
La primera intervención estuvo a cargo de la profesora Wendy Boyer, maestra en filosofía graduada en la India, actual profesora del Liceo Francés Luis Pasteur. El tema principal de su exposición fue la posición conflictual de la religión hindú frente a la mujer. Para comenzar, definió los términos “mujer” y “religión” de la siguiente manera: 1) la palabra “religión” entendida desde su raíz latina que significa unir (“ligaje”), donde se puede establecer tanto una relación horizontal entre los creyentes bajo una misma fe como una relación vertical en donde todos los creyentes admiran la entidad metafísica a la cual se rige culto, y 2) desde su raíz indoeuropea “relegere” que significa leer de nuevo, de la cual Boyer destaca la importancia de la reflexión profunda sobre la existencia y lo sagrado a través del conocimiento religioso.
Boyer definió la palabra “mujer” como un ser humano de sexo femenino, aunque también dejó explicitado el hecho de que esta definición es problemática porque lleva cargado en su interior el aspecto de la sexualidad como condición biológica. Viendo que era necesario complejizar este concepto, Boyer habló acerca de la complejidad de la figura de la mujer en la India a través del Sanatana Dharma, deidad que representa todo lo exterior a nosotros y que existe material y metafísicamente, así como aquello que somos como individuos y como sociedad.
“Bajo esos parámetros, todos nacemos como hindú”, declaró Boyer. Las escrituras de los vedas ya establecidos como textos de conocimiento en donde se encuentra la revelación incluyen todo ser humano bajo el poder del Sanatana Dharma. Estos textos que plantean una vida para una sociedad ideal pertenecen a los compilados “sruti” que significa “lo que ha sido escuchado”, y se dividen en las siguientes categorías: 1) El idd nan Mmam – el cual ahonda en el ser individual, 2) El Rta – la ley universal que maneja el aspecto social y moral, y 3) La trinidad de valores – los cuales se entienden desde la materialidad, la moralidad individual, el deseo y el amor.
Las representaciones de diosas en el hinduismo que Boyer destacó fueron el papel de Shakti, representación de la energía primordial que se propaga con base en una imagen mitológica que hace parte de la literatura védica, en donde se ve la unión de Shiva (destrucción y construcción del mundo) y Shakti (energía femenina que es necesaria y complementaria para el orden cósmico); y el papel de Shivalinga, la unión de los dos sexos con base en la representación de los órganos sexuales. Esta pieza estética comúnmente presentada como escultura, dijo Boyer, es muy importante para entender la figura de la mujer y está estrechamente relacionada con la religión.
Aplicando lo que afirman dichos textos sobre el papel de la mujer en las actividades cotidianas, Boyer afirmó que la mujer puede elegir su profesión en la India sin verse condenada por restricciones hinduistas de ningún tipo, además de no necesariamente tener la obligación de vincular su vida con la de un hombre. Ejemplos de ello en los textos “sruti” son: 1) MADALASA – mujer hermosa con cabellos largos quien fue un gurú, es decir, una profesora que representa la guía en la crianza que deben tener los niños hasta los 5 años. En sánscrito la palabra “gurú” significa “lo que aleja de la sombra”; 2) GARGI – La mujer educada sobre las ciencias espirituales que puede superar el conocimiento de todos los hombres, conocida por el relato que cuenta del reto de un rey a todos sus sabios desafiándolos a contestar a cualquier pregunta. Gargi triunfó en el reto, convirtiéndose en el consejero del rey; y 3) MAITREYI – Mujer casada quien representa la aceptación de la poligamia dentro de las costumbres vedas.
En contraposición, los textos “smriti”, palabra que significa “lo que ha sido recordado”, desarrollados bajo el imperio Gupta (s.VI AC al s. II AC) – parte norte de la India cuando existía una sociedad próspera y unida, indican un desarrollo de la autoridad patriarcal desde el deterioro del status de la mujer ya que ésta no puede acceder a la política y debe quedarse en casa sin derechos personales, y sin participación en la vida civil a menos que tenga permiso de su marido. Paradójicamente dentro de los textos “smriti” también se encuentran el Kamasutra, el Ramayan y el Mahabharata, donde destaca un lugar importante para la mujer, representada como filósofa y guía. Aunque también es evidente en los textos según Boyer que es la persona que sufre más (a veces hasta apostadas en los dados).
La imagen de la mujer sumisa en contraposición a la imagen de una mujer independiente se explicitan en unos pasajes de los textos vedas que Boyer compartió durante su intervención: “a scholarly woman, the entire life of society depends upon you. You provide us the light knowledge. May you bring knowledge to all segment of society”, y también: “Letting loose their very beautiful hair and taking off their ornaments, the women, wearing a single garment, rushed to and fro as if without“. Algunos ejemplos de mujeres poderosas mencionados son: Lakshmibai de Rani de Jhansi, Indira Gandhi y Maneka Gandhi.
Hoy en día, según la constitución de la India de 1949, se protegen los derechos de la mujer y de los niños en tanto derechos civiles y políticos, pero el matrimonio, el divorcio y la sucesión está legislado a través de la religión. Es decir que la sociedad de la India utiliza representaciones de dioses para ejercer poder, muchas veces a través del temor que influye en la sumisión de la mujer. Un ejemplo contemporáneo de esto se registra en el documental “India’s daughter” que trata de una mujer violada por 12 hombres en un bus, acompañada de su novio después de salir del cine. Los argumentos de los violadores y de los abogados que los defendieron establecen que se puede sacar provecho del cuerpo de una mujer que está sola porque el dominio de los hombres prevalece.
Irónicamente, la representación iconográfica en la bandera de la India es la de la diosa Durga, la luchadora, quien está acompañada de un león, símbolo de fuerza y poder. Boyer afirmó que aunque el poder de la religión sobre las mujeres es de sumisión, existen múltiples referentes que son accesibles a las mujeres pertenecientes al hinduismo y que apelan a un aspecto positivo de independencia. Para terminar, Boyer compartió una frase célebre de Gandhi: “Woman is the companion of man, gifted with equal capacity”. Así, dejó clara su postura: los deseos de hombres y mujeres son equivalentes; la tradición y la moralidad no deben definir los derechos para las mujeres.
La segunda intervención estuvo a cargo de Alejandra Mora, estudiante de Historia y Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Su intervención giró en torno al feminismo islámico, enfocándose en el trabajo de Fátima Mernissi, una de las más renombradas feministas de la contemporaneidad. En primer lugar, la citó diciendo: “¿Es el Islam opuesto a los derechos de las mujeres? Demos una mirada a la situación internacional, para entender quien está realmente contra las mujeres (…) aunque en el cristianismo ni el judaísmo jugaron un papel importante en la promoción de la igualdad entre sexos, millones de mujeres cristianas y judías hoy disfrutan éste doble privilegio: todos sus derechos humanos y también, total acceso a sus tradiciones religiosas”.
Es decir que el Islam no va en contra de los derechos de la mujer, aun cuando ha sido malinterpretado ya que el feminismo se entiende hoy en día como una lucha laica. Mora dejó claro que son dos cuestiones diferentes porque la religión es tradición, amalgama de definiciones de pensamientos y sentimientos de las personas de varios tipos de sociedades, mientras que el feminismo es la necesidad de establecer unas leyes de igualdad frente a escenarios políticos. Sin embargo, ser musulmán dentro de los parámetros de estado-nación de algunos países contemporáneos del Medio Oriente significa pertenecer a una sociedad teocrática y de asunto civil, bajo un código familiar de leyes y derechos públicos. Al mismo tiempo, es una opción de vida, lo cual genera una tensión entre oriente y occidente respecto al concepto de libertad.
Fatima Mernissi propone, según Mora, reinterpretar las fuentes sagradas para resignificar el papel de la mujer en las sociedades musulmanas. También la londinense Karen Armstrong en su libro “Estudio de la era axial” relata cómo los líderes de las religiones que han marcado el destino de la humanidad en occidente –en gran medida el cristianismo, el budismo, el islam y el judaísmo- no reflexionaron acerca del papel de las mujeres en la sociedad, excepto por Mahoma y los relatos que describen las relaciones amorosas, fraternales y estables con sus esposas.
El texto del Corán también demuestra el intento por acabar con varias prácticas que afectaban a las mujeres antes de la llegada del profeta como por ejemplo el fin al infanticidio femenino, limitar la poligamia a 4 mujeres y la adhesión de derechos explícitos a las mujeres como el derecho a heredar los bienes paternos. La pregunta que se genera inmediatamente es la de por qué esos parámetros legislativos y religiosos no se ven reflejado en la sociedad contemporánea. Mora afirma que es la institucionalización de los poderes la que condiciona a la mujer en sometimiento.
El mundo islámico no es homogéneo, lo deja en entredicho lo que ella afirma son sus 4400 años de aprehensión cultural. Por consiguiente, debe hacerse una clara distinción entre países islámicos tradicionales (donde en su mayoría la mujer es sometida al ámbito privado) y países islámicos modernos (donde comúnmente las mujeres pueden pertenecer a esferas públicas y políticas). Es decir que el sometimiento es un proceso histórico, tanto en países occidentales como orientales.
El Islam desde sus orígenes tiene una función política, por eso es importante su interpretación legal para entender la figura de la mujer musulmana; la constitución de la primera Umma necesitó de una acción política en las prácticas de todos para poder ser implementada, así como necesita ahora de unos mecanismos que la garanticen. Las tradiciones jurídicas islámicas se encuentran registradas en los textos sagrados, el Corán, los Hadices y las Sunna, donde están inscritos la ética y valores musulmanes.
Sin embargo, la Sharia, la ley islámica, la cual cambia su marco de referencia en las tradiciones sunni y chií, deja establecido el derecho familiar y el código de estatuto personal en contra de las mujeres bastante en vigor en varios países islámicos durante los procesos de descolonización ocurridos en el siglo XX. Es decir que se perpetúa el modelo patriarcal donde se admite la poligamia descontrolada, la posibilidad de repudio hacia las mujeres y la posesión de los hijos por parte de los hombres después del divorcio.
La mayoría de estas legislaturas no son absolutas ni explícitamente discriminatorias, afirmó Mora. Son argumentos sustentados en proverbios coránicos que son contextuales y mal utilizados. Aunque sí existen leyes más explícitas que dejan a la mujer relegada como por ejemplo el traspaso de la herencia de una mujer que debe dividirse en dos, donde una mitad es destinada al varón con el que se esposa, o el hecho de que el testimonio de un hombre tiene el mismo valor que el de dos mujeres, las cuales no pueden acceder a los jueces sin la asistencia de intermediarios.
“Aquellos que confíen sus asuntos a las mujeres nunca conocerán la prosperidad”, se dice cotidianamente en el mundo musulmán. Si se es creyente de una religión que promulga la autoridad patriarcal, ¿cómo juzgar lo divino? Es difícil generar un cambio social respecto al lugar que las mujeres ocupan en la sociedad aun cuando existan cuestionamientos en la sombra. Mora declaró que es Arabia Saudí quizás el más extremo de los países islámicos respecto a la permanencia en esta postura patriarcal.
Para terminar, Mora aclaró que las exclusiones vivas en el mundo islámico son también una cuestión de clase que tocan a hombres y a mujeres, las cuales desde su punto de vista exigen acciones políticas más explicitas en busca de encontrar la equidad. Debe haber un cambio radical contra la guerra, la injusticia y la opresión, para que las personas tengan alternativas de acción, a través de la educación y la movilización, en busca de lograr un empoderamiento de la mujer en sus relaciones con la sociedad.
La tercera intervención estuvo a cargo del profesor de la facultad de teología de la Pontifica Universidad Javeriana, Sheik Lyes Marzougui. Su participación giró en torno a la percepción que se tiene de las mujeres en los textos sagrados islámicos. Marzougui afirmó que primero debe hacerse una clara distinción entre las definiciones de realidades metafísicas y realidades materiales para tener una mayor comprensión respecto a la definición de los seres. En la tradición abrahámica, hombre y mujer son creados como un solo ser, una sola alma de donde son extraídas las distintas ramas del género humano. Esta concepción corresponde también al dios Alá del Islam, ya que su figura por tradición es el de la unicidad.
Ahora bien, la primera creación es el hombre. De él sale la mujer. La mujer es parte del hombre desde su concepción, lo que no significa que sea inferior. Para los creyentes conocedores de los textos islámicos los hombres deben entenderse como aliados de las mujeres ya que los une un aire de complementariedad, pero no es a partir del cuerpo solamente. En el segundo nivel del ser, el de la mente (que también puede ser entendido como corazón o intelecto), se encuentran en unión fraternal, así como en el tercer nivel que es el del espíritu. Es decir que en el Islam se hace una distinción entre el alma carnal – la unión de lo terrestre y lo celestial- y lo que sería el cuarto nivel del alma entendido desde occidente –la esencia del ser, el soplo divino de misericordia que da vida-.
Marzougui resaltó la importancia del nacimiento del islam como religión destacando que la primera creyente y la primera mártir de esta creencia es una mujer: la primera esposa del profeta, Jadiya, responsable del 70% de la norma jurídica del islam. Desde ese hecho hasta la actualidad la creencia y normatividad islámicas se sostienen gracias a las mujeres, afirma Marzougui, a través de sus prácticas y costumbres. Sin embargo el alma no tiene sexo ni género pues esa diferencia hace parte del mundo mundano, e incluso tener uno u otro órgano sexual no es símbolo de superioridad o inferioridad. Marzougui cree firmemente que aquello tiene que ver más con la cultura de los pueblos. Después de todo, existe la esclavitud de mujeres occidentales y orientales.
En el Islam, la misión de la mujer es distinta a la del hombre ya que juega un papel que tiende a ser englobante respecto a todas las dimensiones de la vida. Esta creencia se refleja en las aplicaciones prácticas que tiene la vida de las mujeres en la sociedad; la mujer tiene derecho al trabajo y tiene el deber de estudiar para entender su contexto y potenciar sus mejores capacidades, ya que la mujer es una educadora en casa y en familia. La madre carga el sentido de la trasmisión de las tradiciones.
Pero el hombre no debe quedarse atrás, él es un aliado de la mujer, afirmó Marzougui. Ser aliado en el Corán significa apoyar al otro y corregir al otro en su propia misión. La mujer tiene este poder y se le reconoce dentro de su maternidad, pero no puede hacerse cargo de todo, por eso no puede liderar la economía. Aun así, el trabajo de la mujer es para sí misma, el hombre no tiene derecho a pedir los frutos de su producción. Compartir en el Islam es importante, pero los privilegios personales tienen un peso significativo.
Por otra parte, el matrimonio es el momento más importante de la vida de la mujer según Marzougui, porque ella se convertirá materialmente en el complemento del hombre y en madre. En el Islam, la pareja se entiende como la unión para la reproducción (por eso la homosexualidad no es parte del Islam porque no hace parte de una transmisión de tradiciones a partir de la generación); por consiguiente, no es suficiente adoptar porque hay que sacar de sí mismo los caracteres de la creación. Desde la familia y la pareja “la mujer forma el interior del hombre”, dijo Marzougui, y si la interioridad es lo más importante en los hombres, quiere decir que la mujer es el corazón vivo de la sociedad. Un ejemplo de la mujer perfecta para el Islam es María, hija de Joaquín y madre de Jesús, representante de la ética completa de la mujer.
Es decir que la existencia humana es de complementariedad y no de oposición. En cuanto a la tradición que se promulga en el Corán y los otros textos sagrados del Islam, el conflicto entre géneros no tiene cabida, sucede por contextos sociales, políticos y económicos. En el Islam un hombre no es nada sin una mujer y una mujer no es nada sin un hombre, dependen del uno y del otro para cumplir su papel en la sociedad.
Marzougui concluyó con este fragmento de un texto sunna: “Se me hizo amar, yo no amé sino que recibí el amor por tres cosas de este mundo: el perfume, las mujeres y la oración”; entendiendo el perfume como sentimiento y bienestar personal, y entendiendo a las mujeres como camino para el hombre, es decir, como la persona a través de la cual se encontrará a la oración y asimismo a dios. “La mujer es el espejo del hombre y viceversa. Se tiene que buscar dar un buen reflejo en ambos para encontrar a dios”.
La cuarta y última intervención estuvo a cargo de Liliana Díaz, estudiante de la carrera de Historia de la Pontificia Universidad Javeriana y miembro del CEAAMI. Su exposición se tituló “Autonomía de la mujer hindú: religión, región, estado”. Comenzó diciendo que el hinduismo es una tradición espiritual y una filosofía, no es una religión, así que es imposible abordarlo completamente ya que se despliega en múltiples prácticas y pensamientos. Pero si se puede identificar su objetivo final, que es el de llegar a la trascendencia y a la unicidad a través de generalmente tres prácticas distintas: la meditación, el ascetismo, o la construcción de una familia. Luego Díaz recalcó la significación de la palabra autonomía para dar inicio a su análisis respecto al papel de la mujer en el hinduismo. Díaz definió autonomía como aquel raciocinio suficiente que posee cada individuo para seguir unas normas sin influencias exteriores.
Ser hindú significa generalmente haber nacido en la India, pero también existen miles de otras personas esparcidas por el mundo que pertenecen al hinduismo sin necesariamente haber nacido en la India. El hinduismo no es una religión que impida la entrada a todo aquel que quiera pertenecer. Pero siendo estrictos en la definición, son los que cumplen ciertos preceptos y ejercen ciertas prácticas. El precepto religioso más importante en el hinduismo es el que afirma que dios lo es todo, se manifiesta a través de la construcción, destrucción y restauración, y ejerce una justicia cósmica que puede explicarse a través de la ley de causa y efecto, según Díaz, donde cada acción tiene un impacto en el cosmos y en las vidas anteriores de todos los seres.
Las prácticas giran en torno a encontrar el camino para el camino correcto, es decir, el Dharma, con el objetivo de no volver a renacer y trascender hacia el cosmos. El hinduismo es el Sanatana Dharma, el aproximarse al uno convirtiéndose en parte del cosmos. Pero dentro de los hábitos de la sociedad en la India todavía prevalece el uso y práctica de la casta como orden social, lo cual distorsiona el Sanatana Dharma. La casta superior representada en los brahamanes, quienes se encargan de la trasmisión de los textos vedas, tienen el poder de las palabras en la educación de las castas inferiores.
Para explicar la complejidad de lo que sucede entre la mujer hindú, como ser que se puede pensar desde la autonomía, y el orden social de castas, Díaz cita los siguientes artículos: 1) “Hindu Spirituality: an invitation to dialogue?” escrito por S. Wesley Ariarajah, 2) “Universal rights and cultural relativism: hinduism and islam deconstructed” escrito por World Affairs, 3) “Women’s autonomy in India and Pakistan: the influence of religion and region” escrito por Shireen j. Jejeebhay zaba a. Sathar, 4) “Hindu nationalism and gender in the indian civil society. A challenge to the Indian women’s movement” escrito en la revista “International feminist journal of politics”, 5) “Organisational differences in hinduism and islam and their impact on the women’s movement on the indian subcontinent”, 6) “Women’s autonomy and experience of physical violence within marriage in rural India: evidence from a prospective study” escrito por Shagun Sabarwal, K.G. Santhya y Shireen J. Jejeebhoy, y 7) “Men’s attitudes on gender equality and their contraceptive use in Uttar Pradesh India” escrito por Anurag Mishra.
Haciendo un análisis de cada premisa extraída del artículo, Díaz concluyó de manera general que no existe una autonomía de la mujer como ser que está libre de influencias para actuar, ya que se ve afectada inmensamente por cuestiones como los contextos políticos y económicos que ponen de manifiesto la estabilidad de su familia, la discriminación que todavía se sufre en el norte de la India de parte de musulmanes, el hondo contraste entre el manejo económico del sur y del norte de la India (siendo el primero el más beneficiado por la frontera con el océano Indico), y los reiterados actos violentos y maltratos a las mujeres que llevan hasta el suicidio. ¿Quiere todo esto decir que la religión no es el factor determinante para visualizar la autonomía femenina? Díaz afirmó que sí es así.
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