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Haití

Septiembre de 2021

Por Laura Alejandra Velandia Riascos

En los últimos meses, las imágenes del maltrato y la humillación que cientos de migrantes haitianos experimentan al intentar cruzar la frontera de México con Estados Unidos, así como la aglomeración y las difíciles condiciones de vida a las que se enfrentan en Necoclí, a la espera de poder cruzar la impenetrable frontera de Colombia con Panamá, han vuelto a poner a Haití en la mira de la escena internacional.

 

Haití, la primera experiencia revolucionaria e independentista de América, que, a primera vista no revela ningún atractivo estratégico, ha sido blanco de múltiples intervenciones, de procesos de profunda inestabilidad política y crisis humanitaria. Dictaduras, desastres naturales, corrupción, conflictos de carácter identitario entre su población, han sido factores que han contribuido a que Haití sea visto como uno de los primeros “Estados fallidos” en el escenario del Caribe en general. Esta columna de opinión se construye con base en las distintas intervenciones que tuvieron lugar en un foro sobre Haití realizado en la clase de Diásporas y Globalización del departamento de Historia de la Universidad Javeriana. “¿Qué es lo que ha pasado en Haití?”, ha sido la pregunta guía para desglosar distintos elementos que han configurado la situación que atraviesa el país actualmente.

 

Para entender lo que ha pasado en Haití es importante destacar el impacto que tuvo la Revolución Haitiana, que culmina con la independencia en 1804, en el desarrollo histórico del país tanto política como económicamente. La importancia de entender la Revolución como un proceso liderado por personas negras esclavizadas, es a su vez reconocer que lo que sucedió en Haití no habría sido posible sin la diáspora africana. Así, se puede vislumbrar en la experiencia haitiana, la conformación y materialización de una conciencia política de la diáspora, capaz de avergonzar a los grandes imperios que dominaban el continente.  

 

Sin embargo, la victoria política se vio opacada por la deuda que contrajo el país con Francia tras su independencia, a través de la cual se fueron configurando relaciones de neocolonialismo (primero con el país europeo y después con Estados Unidos), que fueron limitando el desarrollo político y económico de Haití. La deuda, que si no se pagaba traería como consecuencia una invasión, fue generando décadas de atraso económico que impidieron el progreso de la isla y disminuyeron la capacidad de suplir las necesidades de la población.

 

Otros de los limitantes externos que también condicionaron el desarrollo político de la isla, fueron las constantes intervenciones de Estados Unidos en ella.  Haití, invadida primeramente en 1915 por el país del Norte, se convirtió en un escenario utilizado estratégicamente por Estados Unidos para proyectar y proteger sus intereses hegemónicos en el Caribe. Tales intervenciones no sólo desvirtuaron el proyecto político que surgió con la Revolución Haitiana, sino que también permitieron la instrumentalización de las diferencias étnicas de la población de la isla (negros y mestizos), a favor de los intereses imperiales. El largo conflicto étnico entre haitianos negros, descendientes directos de los africanos esclavizados -una población mayoritariamente rural y que fueron la base de la revolución-, y haitianos mestizos, producto del mestizaje entre negros y europeos – más “afrancesados” y con pretensiones de blanqueamiento-, fue aprovechado por Estados Unidos para establecer vínculos que favorecieran sus intereses: Encontraron en los mestizos a aliados políticos a través de los cuales desarrollar su proyecto de dominación en Haití.

 

Respecto a esto, hay que destacar cómo la injerencia de potencias extranjeras en la isla ha profundizado las problemáticas internas del país, y ha generado que, políticamente hablando, Haití no cuente con una cabeza dirigente estable y capaz de trabajar en los problemas estructurales del país. Dictaduras como las de François Duvalier y Jean- Claude Duvalier (Papa Doc y Baby Doc), caracterizadas por llevar a cabo numerosas desapariciones, masacres, torturas y desfalcos, dejarían a Haití convertido en el país más pobre, analfabeta y uno de los más corruptos de América. Las revueltas que derrocaron la dictadura y las constantes protestas por reclamos políticos, económicos y sociales que han seguido protagonizando la escena haitiana, son una muestra de cómo la inestabilidad política ha sido una constante en la historia del país, y del gran inconformismo de la población con sus dirigentes.

 

Se estima que, desde la caída de la dictadura en 1986, Haití ha atravesado por más de 20 cambios de gobierno, de gabinete y de líder político, condición que ha generado temor en las grandes multinacionales de invertir en el país. Un índice de corrupción del 86%, un PIB per cápita de 1.250 euros al año, el 75% de la población viviendo en la pobreza y unas bajas tasas de participación ciudadana en elecciones (6%), además de mafias que llevan a cabo numerosos secuestros, muestran el desmotivante panorama que atraviesa el país.

 

El reciente asesinato del presidente Jovenel Moise a manos de mercenarios colombianos, que había sido precedido por otros intentos de asesinato y por protestas en contra de su mandato y la corrupción, demuestran la preocupante inestabilidad de Haití, que no sólo tiene efectos domésticos sino internacionales. Las dramáticas migraciones de ciudadanos haitianos exponen tal situación.

 

Sobre esta cuestión, cabe señalar cómo la situación geográfica y climática de la isla han profundizado las problemáticas internas del país. Haití no es solo una isla pequeña con demasiada población y pocos recursos naturales, sino que también está ubicada en una posición geográfica en la que el movimiento de las placas tectónicas, tormentas y huracanes han generado desastres naturales (Terremoto 2010, Huracán Mathew) que, a su vez, han disparado los movimientos migratorios. Todo esto, sumado a que la mayoría de la población en Haití vive en situación de pobreza y que no hay instituciones gubernamentales sólidas capaces de desarrollar planes de prevención de las catástrofes, o de repartir los recursos provenientes de la ayuda internacional para asistir a la gente, han sido catalizadores de la migración.

 

Este último fenómeno no ha sido ajeno a Colombia: El municipio de Necoclí se encuentra pasando por una situación de acumulación de migrantes provenientes de Haití y de África, los cuales buscan pasar a Panamá por el Tapón del Darién para poder llegar al norte del continente. Se estima que hay aproximadamente 15.000 migrantes represados en Necoclí, y que aproximadamente 33.000 personas atraviesan esa zona al año. Las empresas de transporte en el área no cuentan con la capacidad de prestar un servicio de tal escala, lo que ha traído como consecuencia el represamiento de los migrantes. La cantidad de niños cruzando la zona ha aumentado, y a su vez, han ideo creciendo las mafias que ofrecen “tours” para cruzar la frontera, en medio de los cuales muchos migrantes son robados y violentados.

 

De esta forma, Haití, a pesar de haber sido “la primera humillación que sufrió Occidente frente a un pueblo esclavizado”, la primera experiencia revolucionaria e independentista en América, ha quedado atrapada en una trampa histórica que no le ha permitido tener estabilidad política, económica y social, y cuyas consecuencias se expresan en la crisis humanitaria que las migraciones haitianas exponen en el escenario internacional.

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