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A propósito de los eventos recientes en Palmira, provincia de Homs en Siria, en los cuales el grupo terrorista ISIS destruyó uno de los patrimonios históricos más importantes de la humanidad, creo pertinente resaltar, mediante un ejemplo, el caso del territorio Sudanés, y más específicamente de Sudán del Norte. Lo complejo que albergan las relaciones entre conservación de patrimonio, guerra, terrorismo e identidad.

 

Hace ya un buen tiempo, el territorio sudanés es uno de aquellos que, como historiadora,  me parece  interesante abordar. Y no sólo por su pasado, con una riqueza excepcional siendo no sólo heredero, sino producto, de una fuerte hibridación cultural entre lo africano y lo árabe que además tuvo breves, no por ello menos importantes, contactos con lo griego y lo romano a lo largo de su historia. Sino también por su “presente” ya que, recientemente dividido el territorio en dos naciones, una del sur y otra del norte, los sudanes, desde el colonialismo e inclusive después de su independencia, ha sido el escenario de múltiples guerras civiles, hambrunas, explotación extranjera, división racial y un sin número de violencias contra la población, contra su historia y contra su cultura.

 

Como es de esperar, y en coincidencia con Palmira, el legado arqueológico que a estos países les han dejado sus ancestros tiene pocas comparaciones en el Mundo. El norte del Sudán, caracterizado siempre por ser el más rico, pese a que, irónicamente, aquel que tiene recursos más abundantes es el Sur, fue el hogar de, quizá, la civilización más destacada del mundo antiguo referente a este escenario: la civilización Nubia. Si bien habitaron este territorio múltiples imperios como el del Gass y el Damaat, el más prominente de ellos, o tal vez el que más dejó huella, fue el imperio Kush, fundador de la capital Meroe y responsable en gran parte del legado arqueológico del que somos testigos hoy en día, de las ciudades y las pirámides del desierto sudanés, que han servido como testimonio para reconstruir la alucinante historia de la trayectoria y la cultura del Imperio.

 

A diferencia de Palmira, que es un legado arqueológico ampliamente conocido y publicitado, tanto así que pese a la creciente violencia del territorio hasta hace muy poco se podían ver visitantes en los mismos, las pirámides de Nubia permanecen desde el periodo colonial, e inclusive desde antes, en un permanente olvido. Y es un olvido que no es gratuito. Evidentemente,  victimas como la población que sufrió las guerras por el territorio y entre etnias, las pirámides del Sudán han decaído permanente y progresivamente. Pero, además, el gobierno sudanés ha hecho su tarea: desaparecerlas tanto de la memoria colectiva cómo de la realidad fáctica. Esto por las pirámides son un símbolo de la población Nubia, de su cultura y de su pasado. Y siendo esta población una de las pocas que se opone abiertamente a la construcción de identidad nacional musulmana que en Sudán se ha configurado desde hace siglos, junto con cuestiones de riqueza y extracción, acabar con su patrimonio, con los legados que las identifican como pertenecientes a otra cultura, es un afán para el gobierno de Omar Al Bashir.

 

Es por esto que para el gobierno, desde finales del siglo pasado, ganar riqueza mediante alianzas con compañías mayoritariamente chinas a coste de inundar, en medio de las construcciones de represas hidroeléctricas, a las pirámides y al circundante patrimonio arqueológico, no ha parecido representar ningún problema. Y esto es así, porque más allá de la obtención inmediata de riqueza, destruir el patrimonio, desaparecerlo, tanto en Palmira como en Sudán, tiene un peso simbólico muy fuerte. Ni para ISIS, ni para el gobierno sudanés hacer dinero a costa de la destrucción del patrimonio histórico es el objetivo principal de su acción contra el patrimonio y la población que lo resguarda. El fin es en realidad desaparecer un legado histórico que desde el discurso, su discurso, bien sea “ideológico” o “nacional” termina siendo incompatible, contraproducente e inclusive contradictorio a la realidad homogénea que mediante la fuerza y la imposición se quiere instaurar.

 

Es claro que el discurso terrorista bajo el cual funda su “ideología” ISIS y el discurso de identidad mediante el cual se funda el gobierno de Sudán del Norte tienen un sinfín de matices y diferencias, demasiado complejas para ampliar en este escrito. Pero, a pesar de ello, quisiera resaltar que, curiosamente, ambos fundan su intolerancia y, así mismo, su afán de destrucción al patrimonio y a la memoria en el mismo principio. Porque siendo estos restos símbolo eterno de un pasado “pagano” o politeísta, representantes de una población necesariamente heterogénea (es decir, no necesariamente o únicamente musulmana) ambos consideran su presencia como fatídica para la instauración de una identidad homogénea, “restauradora” del Islam. Sobra resaltar que la imagen que se tiene del Islam es, como mínimo, distorsionada. Pero pese a lo distorsionado de esta imagen, es en ella en la que ambos han fundamentado y argumentado sus proyectos.

 

Los ataques al patrimonio nos recuerdan que hay  más de una forma de ejercer la violencia, algunas de ellas trascendiendo las formas inmediatas y políticas de las guerras contemporáneas.  Las guerras actuales que  libran ISIS en Palmira y el gobierno Sudanés en Nubia también son “guerras culturales”. Esto, entendiendo que la arqueología es la objetivación de una cultura. Como historiadores sabemos que esta, al ser elaborada por el hombre, siempre nos dirá una verdad respecto de la impronta del ser humano. Es por ello que su valor es incalculable y eliminarla es una acción simbólica de peso como pocas, destruirla no sólo es el desvanecer una verdad respecto al recorrido humano, es también acabar con una forma de entender el mundo. La herencia cultural de la cual eran evidencia estas pirámides y, al igual, la ciudad de Palmira, parecen estar condenadas a la desaparición. Su única esperanza es pervivir en la memoria colectiva y en la identidad de aquellos, que pese a lo mucho que se intenta enajenarlos de su identidad, deciden continuar identificándose y proclamándose a partir de ella.

 

 

Bibliografía:

 

- Yosra Akasha. Sudan anti-dam movemente flights the flooding of Nubian culture. The guardian. (12/12/2014).

- Amir Nasr. For Sudan to find peace we must end the myth of Arab supremacy. The Guardian. (12/12/2014).

- David N. Edwards. The Nubian past: an arqueology of Sudan. Londres,Routlrfge, 2004.

- Rodrigo Sosa. Sudán un conflict sin fin. http://www.nova-escola-galega.org/almacen/documentos/Sud%C3%A1n.doc.pdf (Consultado el 8 de Julio del 2015)

- Karim Shaheen. ISIS destrys anciente tombs in Palmira. The Guardian (4/09/2015).

- Karim Shaheen. Palmyra:destructution of ancient temple is a war crime. The Guardian. (24/08/2015).

- Emma Graham Harrison. From Parthenon to Palmyra: a history of cultural destruction. The Guardian (3/09/2015).

Las pirámides de Nubia. 

Patrimonio, guerra y terrorismo

 

Alejandra Mora 

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